domingo, 5 de abril de 2020

Veras...

Verás
De mi pecho despega un dragón que a veces me rescata de la cara de mi que no me gusta.
De mis horas grises, de un lado que no conocía.
Me eleva vertiginosamente y enganchado de algún riff me transporta por la noche. A solas conmigo mismo, siguiendo un tiempo y una cadencia. Y desembocando en una consecuencia necesaria, como el acorde en que descansa el próximo pulso, el siguiente tramo, lo más íntimo de mi se configura con el molde de un deseo,
Que eres tú.

Y no se si erróneamente o no. Apelando a la madurez o no. Observo que quizás el dragón que me salva, resulta un tanto egoísta. Y te quiero entonces en un espacio que no sabía que existía. Te quiero mientras desconfío de mi. Te quiero más allá de la confianza en mi mismo que es la que me salvas vida.
Y me siento extraño.
Es una forma extraña de querer.
No se si es cansancio porque no he dormido o paz.

Eventualmente observo que con quienes compartes las frases de tu vida, a veces más se parecen a cánidos con acidas flatulencias que a otra cosa. Pero es una estratagema cognitiva no válida

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