He quedado hoy, jueves por la mañana con mi amigo José María. Un amigo del colegio. Quedamos en el hogar del pensionista de mi pueblo. Un lugar donde sirven refrigerios y algunas tapas a un precio más que aceptable para la calidad que tienen, que tampoco es mala.
La conversación ha sido interesante aunque tampoco ha tenido una trascendencia reseñable. Hemos hablado de algo de economía, de diversificar la inversión y de que se va a comprar una casa (yo creo que algo cara para la zona que es) en el pueblo de al lado... sin pretender resultar soberbio ni mucho menos pero... siempre he tenido la sensación de que Murcia salvo alguna que otra zona, se me ha quedado un poco pequeña. Es un lugar del que no me gusta despegarme por demasiado tiempo pero que me agobia si no me esparzo por otros lares... me gusta la idea de poseer cierta libertad de movimientos.
La falta de empatía por el otro, un carácter excesivamente cortoplacista para mi gusto y una pizca de más de agresividad confeccionan lo que en otro tiempo pensé que era un carácter de gañanería que si bien era bastante común a nivel nacional, se había concentrado en ciertos momentos históricos en esta región (espero que se me sepa perdonar dicha apreciación, no pretendo ser hiriente, es solo una impresión personal)
Lo que ha trascendido para mi sin embargo de la conversación y me ha dejado pensando hasta ahora que escribo (unos 20 minutos antes del salto al viernes) es que... en mitad de la conversación mi amigo me ha contado que se ha enterado que un compañero de nuestra clase del colegio se ha suicidado seguramente. No coincidimos mucho... no me caía especialmente bién aunque tampoco le deseaba mal alguno...
Lo que me ha dejado bastante meditabundo es que me dijo a colación de este suceso que otro compañero (al que el resto de la clase y con motivos bien infundados en aquella época le tenían odio y temor) también había dejado de compartir nuestro plano terrenal.
No se como escribir estas lineas porque de confirmarse (y me temo que es altamente probable que así sea) lo cierto es que se me despierta un nada despreciable sentimiento de culpa.
Ese chico me apreciaba... siempre me apreció...
Yo fui delegado aquel año de (creo) en torno a sexto de primaria... el padre del chico era un transportista con posesión de armas que llegó a amenazar violentamente a una profesora... provenía de una familia muy desestructurada y la actitud disruptiva que tenía nunca fue fruto de la maldad o el encono perverso de mucha gente... para mi siempre estuvo claro desde muy pequeño que era sin lugar a dudas, una actitud de rebeldía hacia la falta de aceptación del resto de la sociedad... una pescadilla que se mordia la cola.
Me acuerdo que yo me ponía en mi sitio (sin yo ser ningún niño que representara una amenaza o alguien más fuerte que él) y si bien a muchos compañeros mios los chinchaba... quizás por la educación que a mi me habían dado (y aunque a veces me cabreaba y le gritaba cuando algo no me parecía bien) pero... siempre intentaba ser amable.
Y lo terrible es que el chico respondía a esa amabilidad como un perro que había sido maltratado...
Yo fui delegado y me tocó protestar por las quejas de mis compañeros y porque era muy dificil dar clase.
Jamás tuvo una mala actitud conmigo. No lo invitaba a mis cumpleaños, era al único que no invitaba.
Y siempre me saludó y me trató con respeto. Incluso un día hace algunos años me lo encontré de fiesta y nos dimos un abrazo. Seguía notándosele que lo que le pasaba era que no entendía como cojones la sociedad podía ser tan jodidamente miserable. Creo que solo quería una oportunidad... estoy convencido de que si hubiera tenido alguien que le hubiera reconocido que la vida no estaba siendo justa con él y que le hubiera echado un pequeño cable hubiera salido adelante y hubiera sido un muy buen tipo...
Es la primera vez en mi vida que siento que le he fallado a alguien tan profundamente.
Cuanto hijo de la gran puta hay en este mundo que por mas ayuda que se le preste y mas mano que se le eche sigue siendo un maldito miserable... y estoy plenamente conocido que este, amigo mío (creo que puedo y quiero decirlo con la boca bien grande aunque llena de vergüenza por mi parte) hubiera sido una persona muy distinta y hubiera tenido una vida diferente. Es de esas tristes excepciones...
Fue un perro apaleado que daba miedo y que se quedó solo apartado de una sociedad que le dio la espalda y de la que en esta ocasión yo también soy partícipe...
Lo siento Albano, he sido un incompetente y te he fallado. No se como terminar estas líneas quizás espero de alguna forma hacer las paces con mi conciencia o aunque sea tarde poder dedicarte unas lineas.
Lo siento