Llegando a Madrid me reciben las urracas y cuatro gotas. Descubro, en el cibercafé que regento una vez al mes, el canto de un pájaro muy típico de Madrid; el autillo. El nombre es una mierda, pero el canto en el eco inmenso de Madrid me resultó impresionante.
Madrid me mata...
Madrid son carteles con el nombre de las enaguas del conde duque de Olivares o de la caspa de Felipe II.
Son escaleras de madera. Puertas de gnomos judíos pintadas con grafitis.
Son "buenos días" sin deseo de que sean buenos y si es de día es lo que menos importan.
Madrid regala la sorpresa de regalar algo cuando lo hace (porque se paga por todo; incluso por la tranquilidad) y también el anonimato.
El anonimato posibilita la chulería de saber que no te vas a volver a encontrar a nadie otra vez. Madrid es el vértigo que ello acarrea, por lo tanto; todas las vísceras se sincronizan como autómatas. Uno empieza a respirar cuando tiene que hacerlo; uno dos, a mear cuando tiene que hacerlo, tres cuatro; a follar cuando tiene que hacerlo.
Y conversaciones a un palmo de distancia son extrañas... que pequeño que es uno en Madrid.
Joder... me mata Madrid.
Es una ciudad para que se pase de largo con otro fin. Es una ciudad en que solo sobrevive quien tiene un fin (y quien tiene dinero).
No existe el jugar a darse una vuelta al lado del rio como en Murcia. La gente contagia con su sinergia de extrañas metas.
Me resulta extraño tener que plantearme que mi vida es tan insignificante para el resto del mundo como el resto de personas se me antojan tan insignificantes. Es vertiginoso... alguna vez pienso parar a alguien por la calle y preguntarle como se llama -"Me llamo Alicia... ¿porque?..."-. -"Joder... ¿y porque no?...".
En Madrid todo tiene que tener un porqué.
En realidad lo tiene, pero son porqués ocultos, los que nunca se dicen y los que lo mueven todo.Y es precisamente por eso, por lo que no se conocen y a la vez están tan presentes.
Es como si del amor quedara solo el colorete del tocador. Y sin embargo cuando...
¿Se han de visitar a los muertos?
¿Se han de llamar a las puertas cerradas?
Quizás no hay un hueco echo a medida para la palabra que busco. Quizás nunca ha existido.
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